Desenterrando una procesión olvidada

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Desenterrando una procesión olvidada

Como tantos y tantos santos, la historia que conocemos de san Cristóbal hunde sus raíces en la Edad Media, sobre todo en la publicación de La leyenda dorada, de Santiago de la Vorágine. El número de copias que se hicieron fue tal que acabó convirtiéndose en un auténtico best seller de la época. Curioso, cómo una obra que se escribió en el siglo XIII acabó siendo aceptada por la Iglesia, que respetó algunos capítulos sobre la vida de los santos de los que apenas se conocían datos sobre sus vidas en composiciones anteriores. En representaciones, el grabado más antiguo que se conserva data de 1423.

Según su autor, san Cristóbal adoptó este nombre al bautizarse, renunciando al de Réprobo. Y añade: «obró acertadamente, porque Cristóbal significa portador de Cristo y él, después de su conversión, llevó a Cristo de cuatro maneras: sobre sus espaldas, en cierta ocasión en que caminó con él a cuestas; en su cuerpo, por medio de la mortificación; en su alma, por la devoción, y en su boca, mediante la confesión y predicación de su doctrina». Era de origen cananeo y llegó a medir doce codos de estatura, llegando por su enorme altura a infundir «terror a quienes le veían». La vida de san Cristóbal guarda paralelismos con la del héroe griego Jasón, representado como un joven robusto que ayuda a cruzar el río a una anciana a la que cada vez le cuesta más transportar. Al llegar a la orilla, la anciana revela su forma, siendo en realidad la diosa Hera.

Pasó a convertirse en protector contra la muerte súbita, erigiéndose como uno de los catorce santos auxiliadores. Su proyección en las paredes de los templos creció exponencialmente, situándose sobre todo cerca de la entrada. Bastaba con verlo para saber que el santo protegería al devoto durante ese día. Las visitas de los fieles eran numerosas y si su representación se encontraba cercana a la puerta de acceso la interrupción durante la celebración de la misa u otro tipo de actos era menor. Pero cuando los grabados comenzaron a distribuirse y las estampitas comenzaron a circular, tales visitas obligadas decayeron. Uno podía ver a san Cristóbal sin la necesidad de acudir a los templos. Lo tenía sobre la cama o en los bolsillos. Así fue cómo la imagen de san Cristóbal llegó a convertirse en la más difundida entre los sevillanos, superando incluso a grandes devociones de la época.

En pintura mural lo vemos en la catedral o en el Salvador, entre otras muchas. Y llegaron a ser más según los documentos que se conservan sobre la historia de los templos y cenobios sevillanos. En escultura, la más conocida es la que realizara Martínez Montañés para el gremio de los guanteros. La primera obra documentada del imaginero jienense fue contratada el 19 de agosto de 1597 por el gremio de los guanteros. Casi dos metros y medio de altura en madera de pino que reproducen al gigante que, si nos atenemos a lo afirmado por Santiago de la Vorágine, midió alrededor de cinco metros.

Las primeras reglas de esta extinta corporación datan de 1601, conservándose en la actualidad. Se celebraba la festividad con misa y posterior procesión. Así fue hasta que en el siglo XIX entra en un estado de languidez del que no se recuperaría. Como testigos de aquella época de esplendor quedaba la imagen de san Cristóbal en la céntrica parroquia del Divino Salvador. En 1950, Andrés Guillén, párroco de la colegial decide recuperar el culto al santo, contando con la colaboración del teniente coronel jefe de los servicios de automovilismo de la región militar, Vicente Pérez. Hasta 1953 se celebraba triduo, función principal y bendición de vehículos en la plaza, algo impensable hoy en día debido a las normas de circulación del casco antiguo.

Desde 1954 hasta 1976 el santo era transportado en un jeep. Y ante él desfilaban cientos de vehículos que eran bendecidos cada 10 de julio, fecha de su festividad. Autobuses, camiones, turismos… Quizá pudiera resultar inusual, pero la procesión sobre ruedas con el patrón de los transportistas —también de los viajeros, atletas, constructores de puentes, peregrinos, aeronautas, marineros y un sinfín de oficios más— se realizaba en otros puntos del país. Por ejemplo, en la cercana Huelva. Allí partía desde la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores con destino a la catedral la escultura realizada por Antonio León Ortega.

En Sevilla, desde 1955, la bendición comenzaba a darse en la glorieta de Isabel la Católica, en el parque de María Luisa. Y entre las representaciones, las hermandades que tenían en el céntrico templo su sede canónica. En 1969 el Vaticano consideró la vida de san Cristóbal, y por tanto la del propio santo, como apócrifa.

A pesar de ello, imágenes del santo continúan estando presentes en millones de vehículos de medio mundo. Entre otras localidades españolas, es patrón de San Cristóbal de La Laguna, en Tenerife, de Ronda —la imagen es obra de Manuel Madroñal Isorna— y de Burguillos, donde es tradición la misa sobre un camión a pie de carretera, bendiciéndose durante la procesión con el santo —imagen anónima del siglo XVIII—los vehículos de tracción motor. La procesión sobre ruedas puede verse hoy en día en numerosos municipios. Es el caso de Talavera de la Reina, Villafranca de los Caballeros, Coria o Pozoblanco.

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