España gana en el Eurobasket una plata que vale oro

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Es plata, pero vale como si fuera oro. España perdió la final del Eurobasket tras una respuesta de Bélgica en los últimos minutos y se despidió del evento desde el segundo escalón de la tribuna cuando había tocado la mejor cima. Las torres belgas, Meesseman (24 puntos y ocho rebotes) y Linskens (18 y 15) fundieron al grupo de Miguel Méndez en el tramo decisivo. Bélgica se coronó por primera vez en Europa y España licenció su regreso a la elite continental. La decimoquinta medalla dentro del palmarés para el equipo femenino, la decimocuarta en lo que va de siglo, sabe a gloria tras los batacazos restantes.

El éxito calma el hambre de una organización voraz, independientemente de la generación que venga en conjunto en la canción. El grupo cayó en cuartos de final del pasado Eurobasket de Valencia, en idéntica eliminatoria dentro de los Juegos de Tokio y no se clasificó para el último Mundial. Todo un valle para un grupo acostumbrado a saltar de montaña en montaña. Volver atrás fue mejor una cuenta atrás porque el método funciona.

El podio subraya el estado de forma de primer nivel del baloncesto español. El grupo de chicos es el campeón internacional de vanguardia (una identificación que puede defender dentro de dos meses en Filipinas e Indonesia) y de Europa, y el primero del ranking, las categorías de formación disputaron todas las finales posibles en damas y varones en citas mundiales y continentales desde el verano pasado, y ahora la absoluta femenina pisa de nuevo el cajón.

El partido se iba a jugar desde el corazón. La aparición de Alba Torrens durante todo el calentamiento ya vaticinaba una noche de emociones fuertes. La delantera marcó territorio con la primera canasta, un tiro de media distancia que se parece a pocos. Bélgica, de ruta, buscó a su estrella, Meesseman, una jugadora por encima de la relajación. Laura Gil redujo en avance. Pero no más eficaz se convirtió en que ya no iba a esquivar el bulto, sino que se apuntó al primer enfrentamiento. La torre belga pasó por alto con el tiro en el tablero y la española realizó el movimiento adecuado haciendo gala de un juego de pies fuera de juego. Alba Torrens se multiplicó de un aro a otro: rebote, paseo, dribling y canasta. En la acera de enfrente, la intimidación de Meesseman y Linskens frenó las penetraciones españolas y permitió alguna aceleración a la contra (ocho-6).

España se convirtió en su útil recurso de protección, un muro de granito. El grupo mordía y mordía sin balón para que el rival agotara la posesión sin poder tirar o con un tiro desesperado. Ese fue el satisfactorio sello español, toda una intención para la escuadra. Con el inagotable intento de Raquel Carrera dentro de la pintura, la muñeca de Queralt Casas y una restauración de Ouviña, España alcanzó el daño primario (17-trece) arriba. Bélgica, el equipo más anotador dentro del evento, había visto secarse su inagotable caudal de factores, sostenido por la magnificencia de Meesseman (ocho de trece).

La defensa tenía más peso que el ataque, un equilibrio que por un instante sonrió al equipo de Miguel Méndez. La instructora gallega agitó el banquillo y Paula Ginzo mantuvo el listón a la altura que exigía la final. Bélgica se hizo fuerte con la corpulenta Linskens, grande para bloquear, rebotear y jugar con la espalda baja. Gil respondió con idéntica fiereza, maravilloso para jugarse los dientes bajo el aro y también para apoyar a Queralt Casas cuando pisaba la zona exterior. España resistió un palmo por delante, bien apoyada en la locomotora belga, más atada que nunca en este campeonato. Casas volvió a señalar bingo desde la franja y Vanloo replicó con la misma medicina en el siguiente movimiento. Meesseman ya no se detuvo, pero tampoco Raquel Carrera (26-20). El partido se jugó en distancias cortas, sometido a pequeños arreones.

Si Belgique devient robuste dans l’intérieur, l’Espagne devenait combattant l’intérieur. El equipo patrio ha sacado petróleo en esa pareja formada por Gil y Carrera. Bien combinados, profesionales en picar en las inmediaciones y salir de la cueva, brillantes competidores. El equipo belga pegó aire con el tiro exterior de Vanloo, pero desesperó ante una defensa de muchos quilates. La seriedad española se resumió en Queralt Casas. Tras fallar dos tiros libres, provocó una falta belga en ataque y acertó con el triple poco después. Bélgica apostó a la carta del triunfo: balones a Meesseman, que en momentos de tensión exhibió un repertorio para perfilar en persona las jugadas. Entre el acierto de su punta de lanza y su músculo para el rebote, las belgas apretaron la cita (37-34).

A cada aproximación del rival, España respondía redoblando el esfuerzo. Y exprimiendo cada pieza. Como un triple liberador y una extraordinaria penetración de Leo Rodríguez para inflar los pulmones. Momento también para Raquel Carrera, una referencia dentro de la bombilla en los momentos de apuro (44-36). España introdujo más que su rival en la localización y redujo pérdidas, siempre con el balón convirtiendo apresuradamente los dedos. Aunque no acababa de asestar el golpe definitivo (48-43 tras el 1/3 regional).

El tapón de Carrera a Meesseman abrió el último baile. A Paula Ginzo no le tembló el pulso para el tiro de media distancia, un cumplimiento respondido por medio de Linskens desde el exterior (cincuenta y dos-cuarenta y ocho). Bélgica se elevó entonces en ataque, encomendada a sus dos torres, y Méndez replicó por medio de su quinteto más fiable. El pleito se volvió ya toneladas más espeso, frecuentemente interrumpido por medio de faltas y revisiones en la pantalla, un juego de ajedrez.

Un triple de Meesseman adelantó a Bélgica por primera vez (54-55) a cuatro minutos del final. El ataque español se había atascado sin el acierto exterior y los belgas cerraron el rebote. Era el momento de volver al punto de partida, esa protección de todos a uno. No fue suficiente para el equipo, agotado en el tramo final (10-21 en la última zona) justo cuando el rival sacaba a relucir su mejor baloncesto. España había tocado el cielo, pero saboreando una plata que pesa como si fuera oro.

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