Carlos Rodríguez se cuela en la batalla entre Vingegaard y Pogacar y gana una etapa épica en Morzine

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Carlos Rodríguez se cuela en la batalla entre Vingegaard y Pogacar y gana una etapa épica en Morzine

El español, que se aprovechó del juego psicológico entre el líder y el aspirante, remontó tras la Joux Plane y se lanzó valiente a por un triunfo histórico que, además, le coloca tercero del Tour.

Carlos Rodríguez, ganador en Morzine.
Carlos Rodríguez, ganador en Morzine.CHRISTOPHE PETIT TESSONEFE
Clasificaciones Así está el Tour
Ahí, entre los dioses, un granadino de gesto imperturbable, un chico de 22 años que lleva en la mente la sabiduría y en las piernas el ardor y la ambición. Silencioso, templado y al fin heroico y hasta sonriente camino de Morzine, Carlos Rodríguez escribiendo el primer capítulo de su propia historia, un triunfo y un asalto al podio del Tour, colándose nada menos que entre la insoportable y maravillosa igualdad de Vingegaard y Pogacar. [Narración y clasificaciones]

En las Puertas del Sol la victoria de todas las promesas, la que el ciclismo español llevaba esperando años, el Mesías de Almuñécar, que se llevó las manos al casco amarillo, que fue capaz de sorprender a esos que nadie puede siquiera toser con un movimiento táctico de maestro, «mentalidad de ingeniero» como cuentan de él, con un poderío físico de fondista, confirmando todas las sospechas: ahí hay un campeón.

Cuando Vingegaard y Pogacar jugaban su particular juego de póker, cuando se medían y se desafiaban para arañarse esos segundos que decidirán otro Tour inolvidable, acudió desde atrás un español enjuto y con una valentía maravillosa. Había resistido al inmenso Joux Plane Carlitos, ya Jai Hindley penando por detrás (se había visto el australiano implicado en la enorme caída del comienzo), que enlazó en el comienzo de la bajada y que, en el repecho de Ranfolly arrancó para no mirar atrás nunca más. Poseído, descendió dejándose el alma, casi 10 kilómetros de puro frenesí, y ni el ansia de Pogacar pudo con él. En el primer día de Alpes tenía Rodríguez su bautismo, puro oportunismo, pura fortaleza. En el triunfo de etapa (el tercero nacional en este Tour de la reconquista tras los de Ion Izagirre y Pello Bilbao) y en las bonificaciones además había premio gordo: ya está en el podio por un segundo de distancia con Hindley. Y con la sensación de que será difícil moverle ya de ahí.

UN SEGUNDO PARA VINGEGAARD

Todo lo anterior había resultado un maravilloso e inexplicable duelo al sol camino de Morzine, el enésimo episodio para el recuerdo entre Vingegaard y Pogacar, Pogacar y Vingegaard, que conviven en la angustia de los segundos que les separan, en sus ataques y contraataques, en sus juegos psicológicos para deleite del ciclismo mundial. Todo para un segundo, el que esta vez consiguió el líder tras resistir el ataque del esloveno y sorprenderle en la cima, donde había bonificación. Ahora son 10 en la general, lo nunca visto.

En una etapa que amaneció con una montonera impresionante -hasta 20 corredores caídos y tres abandonos por las consecuencias (Pedrero, Chaves y Meintjes)- y con media hora de parón neutralizado para curar a los numerosos heridos, fue el Jumbo Visma el que asumió sin dudas la responsabilidad. Iba a resultar un extraño juego de estrategias. Agresivos, no dejaron que se formara la fuga -Mikel Landa y Ciccone lo intentaron con insistencia- y seleccionaron todo hasta el extremo, cada uno de sus gregarios dando el máximo. Incluso con episodios tan extremos como el protagonizado por Van Aert, que una vez eliminado remontó para dar otro arreón violento.

Fue SeppKuss el que finalmente hizo la selección definitiva en la Joux Plane -ahí ya no estaba Tom Pidcok, descolgado en el Col de Ramaz, dejando claro quien será hasta París el líder del Ineos-, el último de los cinco puertos, pero a falta de 4,6 kilómetros para la cima el movimiento clave lo hizo UAE con Yates. Ya no resistió Rodríguez, que sin embargo supo no explotar, medir sus límites, porque en su contragolpe estaba la gloria.

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No iba a tardar Pogacar en lanzarse a fondo, por cuarta vez consecutiva soltando con uno de sus ataques brutales a Vingegaard, que apretó los dientes a cuatro-cinco segundos, que atrapó a su rival después, a 1.500 metros del final del puerto. Se pararon, se miraron como si estuvieran en un velódromo, trileros en los cielos de los Alpes, tan parejos que es una bendición.

Ahí, también la polémica, con una moto que frenó otro ataque de Tadej, finalmente sorprendido en el sprint de la Joux Plane. En meta, aunque no atrapó a Rodríguez, limó algo su desventaja con la bonificación por ser segundo. Un día más, un día menos, el esloveno persigue ese amarillo que tanto se le resiste.

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